Me gustó mucho la entrevista de Paula Barbaran al intelectual Santiago Kovadloff, por dos grandes verdades; una histórica, y otra esencialmente filosófica. La histórica duele profundamente por su cruel veracidad: somos un país fragmentado desde nuestro primer grito sagrado de libertad. Y pasaron el Bicentenario de 1810 y el de 1816, y aquí estamos, desconociéndonos todos, lejos aún de un federalismo sólo mencionado cuando la palabra que lo expresa calma discrepancias momentáneamente, para resurgir ferozmente cuando vemos las diferencias innegables de un Buenos Aires donde transcurre todo... o casi todo... y el resto del país en donde no ocurre nada... o casi nada en comparación. Como se escucha cotidianamente: Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires. No para decir que todo por allí es excelente, pero sí para convencernos de que por aquí es muy malo. El filósofo dice textualmente: “Belgrano tenía la visión que lo lleva a entender la interdependencia entre provincias como condición necesaria de la gestación de una república y una nación”. Federalismo puro en un grande de nuestra historia no siempre valorado como tal. La filosofía ayuda a entender, si es posible hacerlo, cómo vivimos mientras morimos, y la vida y la muerte avanzan de la mano hasta el momento final, en un avance que nos toca a todos por igual. Dejamos de vivir al mismo tiempo que dejamos de morir. ¡Extraordinario! Somos los únicos seres vivos que tenemos conciencia de ello. Y, sin embargo, mientras morimos día a día, nos olvidamos de vivir en enfrentamientos absurdos que muestran que seguimos siendo tan inmaduros como en el mismo momento en que nos proclamamos “libres”.
María Estela López Chein